18 dic 2011

Venezuela y Doña Florinda...


Venezuela cada vez me recuerda más a Doña Florinda...

Sí, esa misma Doña Florinda, la soberbia habitante de la célebre vecindad del Chavo, una viuda venida a menos quien alguna vez estuvo casada con un importante marinero y que gracias a las vueltas que da la vida terminó viviendo en una pobre vecindad con su hijo Kico. Doña Florinda, se considera una señora de la más alta alcurnia, quien pretende estar lo más alejada posible del "ajetreo de la chusma", pero no se da cuenta de la triste realidad que la rodea, llena de pobreza, fealdad, dejadez y desazón... De la que ella misma es parte.

Igualmente es la realidad venezolana, un país que vive de glorias pasadas, cuya creencia es la de ser un país rico, porque tiene playas, selva, desierto, nieve, petróleo y mujeres bellas... "Que afortunados que somos!" Piensan muchos, quienes aprendieron a repetir como loros desde pequeños las "riquezas con las que contamos".

Hoy en día, el venezolano sigue fielmente convencido de que continúa siendo "lo mejor de Latinoamérica", y observa con desdén a los demás países, sin conocer realmente que dichos países poseen un índice de crecimiento sostenido, una baja tasa de inflación y de desempleo, una elevada inversión extranjera, cosas que realmente importan, y sin contar con las flamantes playas, selvas, desierto, nieve y petróleo... No saben que rico no es el que más tiene, sino el que sabe aprovechar lo que tiene...

El venezolano sigue (y seguirá) pecando de soberbio, y lo peor de todo: de egoísta, practicando la filosofía del primero yo, segundo yo y tercero yo, preocupado por qué es lo que va tomar esa noche, quién resultará electa Miss Venezuela, su BlackBerry, la ida a la playa, la rumba y demás temas de "vital importancia" para su existencia.

El letargo en el que ha caído el venezolano lo lleva a alegrarse por ejemplo por la aprobación de su cupo Cadivi, por habérsele asignado aunque sea $1500 de los $3000 que quiso comprar en bonos, por el decreto de nuevos e innecesarios feriados, por el aumento del salario mínimo, y una larga lista de "alegrías" atípicas para un país sano, próspero y productivo.

El venezolano seguirá siendo cómplice de la dictadura en que vive, seguirá cayendo en el juego de las "elecciones democráticas", de las conveniencias, mientras el país se dirige con paso fuerte y seguro al abismo...

¿Despertará algún día? Quien sabe... Ojalá no sea ya demasiado tarde.

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